viernes, 8 de agosto de 2008

Las consecuencias de la avaricia.


Cuando leí en el periódico acerca del rumbo que le dieron estos señores del Congreso a Q82 millones, no pude evitar sentirme indignada como cualquier otra persona, pero tampoco pude evitar pensar: "Lo han hecho de nuevo, bravo campeones".
Es triste pensar también los usos que pudo haber tenido ese dinero: cuántas escuelas, hospitales, caminos y viviendas dignas pudieron haberse construido. Vinieron a mi mente los ancianitos que viven de su (mísera) pensión, los niños que asisten a la escuela con la vana esperanza de recibir algo para calmar su hambre, aquellos otros que quieren convencernos de comprarles algo en el semáforo, y muchos más sectores desfavorecidos.
Hay tantas cosas en este mundo que no tienen límites, la avaricia es una de ellas.

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